Si alguna vez entraste a TikTok, seguramente viste un video de un “show de drones” en China que te dejó deslumbrado. Animales en movimiento e incluso palabras perfectamente dibujadas en el cielo, todo logrado gracias a miles de drones coordinados que actúan como si fueran píxeles en una pantalla. Probablemente, haya pensado “esto va a reemplazar a los fuegos artificiales” y de cierta manera, estás en lo correcto. Donde nosotros vemos un espectáculo, los poderes políticos de los países ven una tecnología, que de utilizarse en una guerra, sería muy difícil de detener. Los paralelismos con la invención de la pólvora para los fuegos artificiales, que luego fueron utilizados para cañones, son inevitables.
Esta preocupación no es menor para Estados Unidos. Hoy, EE.UU. y China están inmersos en una competencia estratégica por la supremacía militar, especialmente en el desarrollo de drones y sistemas autónomos para la guerra. Esta rivalidad está redefiniendo las cadenas de suministro y las políticas de defensa globales, con consecuencias profundas para la seguridad internacional.
En este contexto, el Departamento de Defensa de EE.UU. lanzó en 2023 el programa «Replicator», cuyo objetivo es producir sistemas autónomos a escala industrial. La primera fase se centró en drones navales, aéreos y defensas anti-drones, mientras que las siguientes se orientan a sistemas defensivos autónomos. Sin embargo, muchos fabricantes estadounidenses de drones siguen dependiendo de componentes clave provenientes de China: motores, baterías y equipos ópticos.
Esta dependencia genera riesgos para la seguridad nacional de los países y es aquí donde entra la guerra comercial. China tiene la ventaja en la manufactura de los componentes, mientras que Estados Unidos tiene una leve ventaja en software (IA), invirtiendo 3 veces más en esta tecnología que el país de Asia.
Por esto, el gobierno estadounidense ha impuesto restricciones significativas a la exportación de semiconductores avanzados (chips). Estas medidas han afectado a empresas como Nvidia, AMD y ASML, las cuales han reportado impactos financieros considerables debido a la pérdida de acceso al mercado chino.
En respuesta, China ha intensificado sus propias medidas, imponiendo restricciones a la exportación de minerales esenciales para la fabricación de semiconductores, como el galio, germanio y antimonio. Buscando ejercer presión sobre EE.UU. al limitar el acceso a materiales clave para la industria tecnológica.
En el centro de esta disputa tecnológica se encuentra Taiwán, considerada por China como una «provincia rebelde» y, al mismo tiempo, un aliado estratégico clave para Estados Unidos. Taiwán contiene a TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), el mayor fabricante de chips del mundo, responsable de producir para empresas como Nvidia, Apple, Google y Microsoft.
Ante las crecientes tensiones, Estados Unidos ha buscado reducir su dependencia de la producción taiwanesa. En marzo de 2025, TSMC anunció una inversión de $100 mil millones para construir cinco nuevas fábricas de chips en suelo estadounidense, en colaboración con el gobierno. Por otro lado, China está impulsando el desarrollo de su industria de semiconductores local. Huawei, en particular, ha emergido como líder en este esfuerzo, desarrollando chips avanzados como el Ascend 910C, que ha sido adoptado por empresas chinas como alternativa a los productos de Nvidia. Además, Huawei planea comenzar envíos masivos de este chip a partir de mayo de 2025 y no debemos dejar pasar que Huawei no cotiza en la bolsa, pues es una empresa considerada por EEUU como potencial espía, creyendo que sus productos pueden tener transmisión de datos a China sin que los usuarios lo sepan.
Entendamos entonces que el objetivo final de esta guerra comercial no es económico, sino táctico. Trump busca crear incentivos para que las empresas de tecnología manufacturen en Estados Unidos y de esta manera, estar preparados en caso de un eventual conflicto bélico entre las dos potencias. La hegemonía de Estados Unidos, y por extensión, de Occidente, está en juego por primera vez desde el fin de la Guerra Fría.
En este contexto, creemos que puede haber oportunidades de inversión para inversores más arriesgados.
Para quienes crean que China saldrá ganador, recomendamos invertir en FXI (el ETF que sigue a las empresas más grandes de China).
Para quienes crean que Estados Unidos mantendrá su hegemonía, recomendamos invertir en Nvidia, que es hoy la principal empresa de diseño de chips, o bien en TSMC que los produce.
Quienes crean que las tensiones de guerra seguirán en el largo plazo sin resolución, podría ser una buena idea invertir en Palantir, empresa de software de inteligencia artificial para el ejército de USA.